jueves, 26 de febrero de 2009

Dar y recibir

Dar y recibir
TANGENTE
Por Oscar Díaz Salazar


La historia que les voy a contar le sucedió al primo de un amigo, al vecino de una tía, y al compadre de mi hermano…

Resulta que el hombre de mi historia regresaba cansado de trabajar las ocho horas de rigor y tres más para que el sobre que recibía con su paga cada semana no llegara tan raquítico, y no encontraba siquiera un plato de frijoles en la mesa de su hogar. La esposa lo recibía con la misma exigencia cada día: dame más dinero que no me alcanza con lo poco que me entregas.

Por la mañana, el buen hombre tenía que levantarse muy temprano pues ya sabía que no había ropa planchada para ponerse, y que si quería conservar el buen habito de andar bien aliñado, con ropa barata y gastada, pero sin arrugas, el mismo tendría que plancharse. Prefería no despertar a su esposa pues las pocas veces en las que le pidió desarrugara sus prendas, recibió como respuesta un reproche por el poco dinero que le daba.

El desayuno lo preparaba el personaje de esta historia desde la noche anterior para no entretenerse más que los pocos minutos para calentar los alimentos y desayunar a solas. Las veces en que ya muchos años atrás le pidió desayuno a su mujer, no pudo consumirlo pues la letanía de quejas y reproches por lo pobre que eran, le quito el hambre y le provocó un malestar que le duro hasta la hora de salir de su trabajo.

Pese a los ascensos que logró en la empresa donde trabajaba y a los incrementos de sueldo que alcanzó como premio a las largas jornadas de trabajo, la queja por lo poco que le daba a su mujer, que con los años ya no fue tan poco, persistió, tal y como se mantuvieron los reproches, los malos tratos y el abandono.

El mal trato que en su casa recibía este hombre fue, como dicen los matemáticos, directamente proporcional al dinero que le entregaba a su mujer, esto es que conforme crecía la cantidad que le daba a su esposa, aumentaba también la indiferencia y el nivel de los reclamos.

La situación de este tipo no podía ser peor: aparte de no contar con las atenciones de su esposa, que en teoría se dedicaba única y exclusivamente a cuidar de su casa, albergaba sentimientos de culpa por no ser rico… el lavado de cerebro al que lo sometió su mujer, rindió sus frutos.

En la historia de este triste individuo ocurría lo que platicaba un buen amigo mío al que no quisiera perjudicar si lo menciono por su nombre, pero no tengo objeción en decirles sus iniciales (Roberto Lara Smith). Decía Beto Lara a propósito de no me acuerdo que: “Compadre, tanto te dicen que eres pendejo, que acabas por creertelo”.

Me acorde de esta historia al leer la queja del gobierno de Reynosa, por la inoperancia que priva en las Garitas Aduanales de ese municipio… lo recordé como dicen los boletineros de por acá… como hechos aislados…

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