domingo, 19 de abril de 2009

Pescadores


Pescadores
Beatriz Paredes Rangel
Presidenta CEN del PRI

A los mexicanos nos gusta consumir pescados y mariscos. No sólo por la natural cultura gastronómica de los mexicanos costeños, sino porque, en los orígenes, el altiplano de México, lo que ahora llamamos el valle de México, era una zona lacustre, y muchas especies nativas hacen el regocijo del paladar popular, en la memoria genética, ancestral, de lo que fuimos. Ahora que recién pasó la Pascua, cuando la tradición y la cultura religiosa reclaman en la mesa guisos a base de pescados y mariscos, consideré pertinente invitar a una reflexión sobre las políticas públicas de fomento a la pesca. Con un litoral de 11 mil 122 kilómetros, en su parte continental, y centenares de lagos, lagunas y ojos de agua hacia el interior de la República, el país dispone de recursos para la pesca de alta mar y áreas susceptibles de expandir maricultura y acuacultura en aguas interiores. El clima de gran parte del territorio es propicio para la acuacultura de buena calidad, que podría abastecer de proteína animal el consumo interno y apoyar la exportación al mercado de Estados Unidos, que tiene amplia demanda de estos productos.

La política del sector público en materia pesquera ha sido errática desde hace varios lustros, acentuándose la confusión en los últimos años. Aunado a las directrices internas, imprecisas y sin la continuidad necesaria que produzcan resultados, en el exterior han sido sumamente agresivos y con pretextos medioambientales lograron frenar la expansión de importantes pesquerías, especialmente del atún.

De Departamento de Pesca a secretaría de Estado, en la época de 1976 a 1982, con una serie de instrumentos que permitían incidir en la cadena productiva de alta complejidad que supone salir a pescar y que el producto llegue procesado adecuadamente para la alimentación humana, las estructuras administrativas que se relacionan con la actividad pesquera han venido bajando de rango en la jerarquía de la administración pública, y transfiriendo las tareas de un área a otra, lo que ha redundado en un evidente debilitamiento del sector y en la pérdida de profesionales capacitados, en una actividad que requiere de una necesaria especialización.

Una correcta política pesquera se relaciona con los pescadores, con las artes de pesca, con los navíos, con el diesel para moverlos, con la captura, con el almacenamiento en condiciones salubres, con la comercialización, con suficientes sitios de venta, con los precios al consumidor, con fuentes de financiamiento y apoyos directos para consolidar la actividad. Es obvio que una gran política pesquera también debe contar con una estrategia de industrialización que permita procesar los pescados y mariscos, y producir enlatados de calidad y que provean a bajo costo al mercado nacional de consumo popular. Los empaques son altamente generadores de empleos permanentes.

Hace varias semanas, los representantes del sector pesquero tomaron medidas extremas para llamar la atención del gobierno de la República ante la grave situación que atraviesan las pesquerías del país. Lo curioso es que todos los segmentos involucrados en la pesca, desde los más modestos pescadores ribereños hasta los armadores de barcos de gran calado, están insatisfechos.

Ante el cúmulo de conflictos en el país, parecería que la dimensión y la trascendencia de la protesta se han olvidado y, sobre todo, que se vuelve a relegar la urgencia de diseñar y poner en práctica una política pesquera desde el gobierno, con la prioridad necesaria y volumen suficiente de recursos, que haga posible reactivar al sector pesquero, fomentar y consolidar esa área estratégica, que aproveche nuestros recursos naturales, genere empleos, apoye la atención de la demanda alimentaria del pueblo mexicano, incida en la buena nutrición y propicie mayor presencia en el mercado externo.

La opinión de quienes conocen de pesca está para prestarles oídos y comprometerse con ellos.

Hay que actuar.
correo@beatrizparedes.org
Presidenta nacional del PRI

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