domingo, 8 de marzo de 2009

Discurso de Beatriz Paredes


CEREMONIA DEL 80 ANIVERSARIO DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL.


Teatro de la República, Querétaro, Querétaro., 4 de marzo de 2009


Compañeras y compañeros de Partido, quienes nos alientan con su presencia en este recinto y quienes a través de la magia de internet nos acompañan en el territorio nacional;

Estimados dirigentes integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del PRI;

Estimados amigos Gobernadores de las entidades federativas, apreciamos muchísimo su presencia en este evento;

Señores Coordinadores de la Cámara de Diputados, de nuestra bancada priísta y de la Cámara de Senadores;

Señor Presidente del Congreso de la Unión;

Amigos dirigentes,

Compañeros dirigentes de los Comités Directivos Estatales;

Amigos priístas de Querétaro;

Señores Legisladores Locales y Federales que nos honran con su presencia;

Señores Presidentes Municipales y Señoras Presidentas Municipales;

Diputados y Senadores:

Desde los rumbos más diversos de nuestra geografía, hace 80 años, llegaron hasta aquí.

Sindicalistas, dirigentes agrarios, laboristas, liberales, cooperativistas, socialistas utópicos, profesores rurales, cabecillas de comunidades indígenas, profesionistas, militares; eran los hombres y las mujeres de la Revolución.

Cada uno defendía sus causas y esgrimía sus razones. Pronto descubrirían que unas y otras les eran comunes. Eran las causas y las razones de la nación.

Muchas ocasiones, entre ellos se habían suscitado enfrentamientos: a veces en el campo de batalla, otras en las páginas de los diarios y aún en las tribunas del Congreso.
La pasión con que defendían sus personales visiones sobre el proyecto nacional por el que luchaban, los ubicaba en trincheras diferentes. Sin embargo, su radicalismo, es decir, su decisión de ir siempre a la raíz de los problemas los identificaba y, en el fondo, los unía.

Los confrontaban tácticas, estrategias, métodos, rumbos, tiempos. Los entrelazaba, indisolublemente, su combatividad, su entrega, su pasión por México y la férrea convicción de que sus acciones podrían transformar el porvenir.

Hasta el lugar escogido para su encuentro, Querétaro, tenía un claro valor simbólico: esta era la ciudad en la que se había firmado el documento toral que validaba, histórica y moralmente, la cruenta lucha fratricida y en el que se consagraban las conquistas alcanzadas y se anticipaban las realizaciones por las que estaban decididos a seguir luchando: la Constitución de 1917, de la que todos, se habían asumido celosos guardianes.

Estoy segura que no fue fácil superar legítimos intereses regionales o de sector, ni, mucho menos, sin deponer sus banderas particulares, ondear juntos la que a todos incluía. Superar sus encendidas polémicas y encontrar palabras generosas y honestas, que eran indispensables para construir el alegato inapelable de la unidad.

Ya lo dijo Reyes Heroles “la tarea de la fundación de nuestro Partido se facilita porque los hombres de la Revolución han tenido un Congreso Constituyente, el de 1917. Esa Constitución es la síntesis que los revolucionarios persiguen en ese entonces. Con ese denominador común se forma nuestro Partido”[1].

Al rememorar a Reyes Heroles, aprovecho para expresar un saludo fraternal a las Ex Presidentas y los Ex Presidentes del Comité Ejecutivo Nacional que nos distinguen en este evento con su amable presencia.

Partido Nacional Revolucionario, se decidió llamar a la organización de cuadros y frentes populares, que sería la responsable de construir la trinchera común de los revolucionarios mexicanos que ahora, en el ámbito de la política, habrían de continuar dando sus batallas. Partido Nacional Revolucionario. De allí venimos.

80 años después, en este mismo escenario, los priístas de ahora, llegamos, también de todas las latitudes. Gracias Señores Gobernadores, por trasladarse de todas las latitudes a esta cita con la historia, la historia de su Partido, el Partido Revolucionario Institucional. Llegamos también de todas las latitudes, ocupados y preocupados por estar a la altura de la corriente histórica que representamos, portadores de la estafeta de aquellos que se dieron cita aquí, hace ocho décadas. No tenemos ni su valor ni su arrojo. Tenemos nuestro valor y nuestra audacia. Somos producto de nuestro tiempo, como ellos lo fueron, honrosamente, del suyo. Ellos escribieron su historia, que la grandeza de sus actos convirtió en La Historia del Siglo XX mexicano.

A nosotros corresponde escribir nuestra historia, que ojalá nuestro talento y firmeza convierta en la historia de las primeras décadas del Siglo XXI mexicano.

Hay antiguos rasgos de ese período fundacional que, de repente, asoman: la necesidad de que los grupos regionales, que los liderazgos de áreas, de estados, de organizaciones, se aglutinen, se solidifiquen en torno al gran partido político que conformamos. Ellos, los de 8 décadas atrás, se unieron porque comprendieron que sólo así podría prevalecer el proyecto de la Revolución Mexicana, sólo así podrían retener el poder obtenido a sangre y fuego, después de la cruenta guerra intestina –porque toda revolución, aunque heroica, es también muy cruel‑.

Nosotros, los de 8 décadas después, mantenemos la unidad, porque sólo así, recuperaremos el poder, con la fuerza del voto popular mayoritario en las urnas, para que los ideales de justicia social y democracia que surgieron de la Revolución, se traduzcan en la época actual en un proyecto de gobernabilidad democrática, en la nueva vía mexicana para el desarrollo, que le dé destino cierto al país, seguridad y desarrollo a la sociedad mexicana. Que erradique, discriminación y pobreza.

Mantendremos nuestra cohesión interna, porque hemos aprendido que al PRI sólo lo derrotan los desprendimientos del priísmo. Somos respetuosos de nuestros adversarios electorales, pero, siendo sinceros debemos admitir que varias de las otras formaciones políticas se han nutrido de correligionarios que, con razón o sin ella, abandonaron nuestras filas, y muchos procesos electorales han tenido resultados adversos porque nuestros simpatizantes, en medio de disputas internas o defecciones han confundido el sentido de su voto.

Hacemos una revisión autocrítica aceptando desaciertos y tratando de cometer menos errores. Hemos convocado a una gran reconciliación nacional del priísmo, y, desde Querétaro, lo reitero: a todos los necesitamos. Ciudadanos, simpatizantes, militantes, dirigentes de la estructura territorial y sectorial, organizaciones sociales, grupos adherentes, profesionistas, artistas, intelectuales, comunicadores. Todos los que desean apoyar al país en estos tiempos de tormenta, con un compromiso progresista, tienen un lugar en la corriente histórica del Partido Revolucionario Institucional.

8 décadas después, nos encontramos en el mismo lugar. Los hombres desaparecen. El paso por la vida, en términos históricos, es demasiado breve, apenas un instante de luz entre los hombres. Las instituciones prevalecen. Los símbolos nos anudan con ellas. Por eso, hoy, nos encontramos, una vez más, aquí, en Querétaro.

El reencuentro en el 80 Aniversario de nuestra corriente política –PNR, PRM, PRI‑ nos compromete. Somos los herederos del partido que construyó el México del Siglo XX. Somos los legatarios de quienes abanderaron las grandes causas de las mayorías sociales de nuestro país, de los ideólogos que concibieron al Estado Mexicano, y que bordaron una política internacional que prestigió a México en el exterior. Muchos de nosotros –es mi caso personal‑ somos producto de la movilidad social que caracterizó la transformación que impulsó nuestro Partido en las décadas anteriores. Somos hijos de la escuela pública, formados por los textos gratuitos, de origen popular, campesino, indígena u obrero. La universidad pública, laica y autónoma troqueló nuestros sueños, y las organizaciones de nuestro Partido encauzaron nuestros deseos de participación. El PRI promovió una deslumbrante estrategia de inclusión política en varias décadas, que abrió las élites del país, y renovó la composición de la clase gobernante.

Muchos de los que estamos aquí, sólo le debemos gratitud a nuestro Partido. Fue generoso en la etapa en la que redistribuyó el poder.

Nos corresponde ahora, ser recíprocos y aportar desinteresadamente para fortalecerlo, para colocarlo en posición de victoria. No es la etapa del reclamo por las oportunidades hipotéticamente merecidas. No es época del arribismo electoral, de la conseja de “me quedo en el Partido, si el Partido me postula para tal o cual cargo”. Por el contrario. Es el momento de la altura de miras. De la militancia generosa. De la introspección genuina, sobre todo lo que el Partido ha coadyuvado a construir en nuestras biografías, ascensos y patrimonio, y lo que corresponde retribuirle al Partido por nosotros en este período. Deseo que se desprenda una cauda de colaboración que aliente el activismo por el proyecto colectivo, más que por la promoción personal. Es hora de probar que somos capaces de aglutinarnos por el proyecto nacional que compartimos, y por la legítima aspiración de que el PRI conduzca nuevamente al país.

80 años atrás, se reunieron aquí, facciones, grupos, caudillos, partidos locales, bajo el lema de “Instituciones y Reforma Social”. De su confraternidad dependía edificar la estabilidad en aquel entonces, su decisión de participar por la vía política, era crucial para lograr la pacificación del México postrevolucionario.

8 décadas después, aquí nos encontramos. En este Teatro de la República, cargado de simbolismo, participan Senadores y Diputados, Gobernadores, Legisladores Locales, integrantes de Ayuntamientos, quienes ostentan el poder público merced al apoyo que les diera, en su momento, el Partido Revolucionario Institucional. Valoro especialmente su significada presencia, correligionarios.

El PNR, el PRM y el PRI han sido factor fundamental en la pacificación del país. Definitiva la articulación del PNR de los caudillos militares regionales, para concluir con las reyertas a lo largo y ancho del territorio, en la disputa postrevolucionaria.

Esencial el tránsito a los gobiernos civiles, consolidado por el PRI, y por la subordinación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias al poder de las instituciones del Estado Nacional.

Fundamental el andamiaje institucional para procurar la justicia y combatir la delincuencia, establecido a lo largo del devenir de las administraciones federales priístas.

Los Estados Unidos Mexicanos, que así se denomina constitucionalmente nuestro país, están organizados como una república federal representativa, con tres órdenes de gobierno, el federal, el estatal y el municipal, y tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

La Constitución señala los ámbitos de las facultades, atribuciones y funciones de los órdenes de gobierno.

Sólo desde el más profundo desconcierto, se puede pretender un conflicto de descalificaciones mutuas entre órdenes de gobierno.

Si un Partido tiene el crédito histórico de preservar la integridad de las instituciones del Estado, incluso a costa del desprestigio de alguno de sus cuadros relevantes, ese Partido es el PRI.

Por ello ratifico lo que he dicho en público y en privado: no hagamos de la problemática de la inseguridad y del combate al crimen organizado un asunto del que se pretenda sacar raja electoral.

Es demasiado grave el problema. Suficientemente dramática es la situación como para suponer que el temor de la ciudadanía, su indignación e impotencia, se pueden canalizar hacia un orden de gobierno, y al Partido que postuló a ese gobernante; los mexicanos no admitirán en un asunto de tanta trascendencia, la manipulación.

Es juego demasiado peligroso.

En el combate eficaz a la delincuencia, se requiere la concurrencia y colaboración entre órdenes de gobierno y poderes públicos y la participación activa de la sociedad civil. Es indispensable que sea la responsabilidad del Estado la que conduzca; de un Estado democrático que en medio de su pluralidad consustancial es capaz de asumir causas y objetivos nacionales, y concitar a todas las corrientes políticas en torno a ellas. El PRI, ha tenido y tiene disposición a contribuir.

No obstante las provocaciones, actuamos con responsabilidad. Los legisladores federales han enriquecido y aprobado las reformas a los artículos 16, 17, 18, 20, 21, 22, 73 fracción XXIII y 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de justicia penal; la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública; la reforma a la fracción XXI del artículo 73 de la Constitución Política en materia de secuestro; la miscelánea penal que significó incidir sobre nueve leyes, la Ley Federal para el Control de Sustancias Químicas Susceptibles de Desvío para la Fabricación de Armas Químicas y se adicionó el artículo 194 del Código Federal de Procedimientos Penales, entre otras reformas, en materia de procuración de justicia y seguridad.

No ha habido ningún regateo. Hay responsabilidad legislativa, hay trabajo, hay calidad, hay lealtad con el Estado Mexicano y con el desarrollo del país.

Los Gobernadores de los Estados –me consta‑ suscribieron el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad y en el marco de sus atribuciones, enfrentan a la delincuencia y coadyuvan decididamente con la Federación en esta tarea.

El Ejército y la Armada de México, apoyando a las corporaciones encargadas del tema, ante la extrema dificultad de la coyuntura, exponen la vida de sus efectivos y se enfrentan a una circunstancia inédita en el país, por su magnitud y ramificaciones. El respeto y la solidaridad del PRI, Partido cuyo origen se remonta a las fuerzas armadas revolucionarias; pueden tener la certeza, los integrantes del Ejército y de la Armada de México, que en la lucha que cotidianamente libran contra el crimen organizado, encuentran en el PRI un cabal aliado.

Quiero ser enfática. Podemos aplaudir o no la efectividad de la estrategia adoptada por el gobierno de la República, pero nunca hemos cuestionado la validez de la decisión del Titular del Poder Ejecutivo Federal de enfrentar con la mayor energía al crimen organizado; nuestras opiniones, matices y sugerencias, han sido y son de buena fe. Jamás hemos hecho labor de zapa. Sí, con la madurez y el profesionalismo que acredita la trayectoria de muchos de nuestros cuadros, aportamos para perfeccionar las estrategias.

Así es la concurrencia democrática. Así se construye la unidad nacional, que no la unanimidad.

Que la vocación democrática que existía, cuando los que hoy gobiernan estaban en la oposición, no se pierda cuando ejercen el gobierno. Por el bien del país.

En el PRI rechazamos categóricamente cualquier nexo con el narcotráfico.

En el PRI estamos dispuestos a fortalecer la UNIDAD NACIONAL para el combate a la delincuencia organizada.

En el PRI no haremos del tema de la inseguridad pública, que tiene indignada, adolorida y atemorizada a buena parte de la población nacional, una proclama electoral de descalificaciones. Proponemos soluciones y estamos dispuestos a sumar para encontrarlas, y para que cada quien, en el ámbito de su competencia, sea lo más eficaz en su aplicación.

80 años han pasado, desde que el General Plutarco Elías Calles, desde el poder, convocó a la formación del Partido Nacional Revolucionario.

9 años desde que perdimos la Presidencia de la República. Algunas precisiones sobre ese acontecimiento, desde mi perspectiva.

Es conveniente recordar, porque los datos reales a veces se desvanecen, que el PRI fue el único partido que compitió sólo con su divisa en esa elección, nos derrotó una alianza en la elección presidencial. Como Partido que compitió únicamente con su emblema, fuimos la organización política que obtuvo el mayor número de votos en la elección legislativa y es difícil saber cuánto obtuvimos en la elección presidencial, dado que se contabiliza de manera conjunta los votos de quienes participan en la alianza.

Si los agoreros de la desaparición del PRI, hubiesen revisado los datos electorales más que dejarse arrastrar por sus deseos, habrían comprendido que las profecías de la muerte de nuestro Partido, de su aniquilamiento, no tenían ninguna base estadística de sustentación.

Seguíamos siendo el Partido más importante del país, pero existía un hecho incontrovertible que distorsionaba el análisis: la Presidencia de la República estaría ocupada por un candidato emanado de fuerzas políticas distintas. Había ganado la oposición.

Fue el final de un ciclo histórico y el inicio de otra época en la vida política del país. Por primera vez en la historia del México contemporáneo triunfó la derecha, los que habían perdido en la Revolución. Se inició la era de la competencia intrapartidista, de la democracia mercadotécnica, de la alternancia y los gobiernos divididos. La sociedad mexicana misma tenía que aprender nuevos modos en el quehacer político.

Para asombro de muchos, los priístas hemos sido los que demostramos mayor capacidad de adaptación ante la nueva realidad.

Por eso, rechazo enérgicamente el razonamiento equívoco de algunas voces, cuando afirman que el posible triunfo del PRI en 2009, es un regreso al pasado. Desde luego que no, por el contrario, si hay un partido que ha evidenciado su aptitud de regeneración ante las nuevas circunstancias, ese ha sido nuestra organización política. Ese es el PRI. Me remito a los hechos.

En el 2000, la asunción civilizada de los resultados electorales en el marco de la normalidad democrática dando paso sin litigio alguno a la alternancia del Poder Ejecutivo. En el 2006, la participación en la sesión solemne del Congreso de la Unión, que hizo posible disponer del quórum para que el Presidente de la República rindiera la protesta de ley, evitando así un colapso en la vida institucional del país.

En estos tiempos, la conducta política de nuestros legisladores que al robustecer al Poder Legislativo abonan al proceso de democratización de México y al pertinente equilibrio de poderes por el que propugna toda sociedad que vive en la normalidad democrática, o ¿qué acaso fortalecer al Poder Legislativo y que los legisladores tengan capacidad legislativa y de generación de acuerdos y consensos propios, sólo era democrático en la etapa en que legisladores de otros partidos lo promovían con relación a presidentes priístas y hoy en día, con antinomia analítica, cuando el PRI robustece sus bancadas y los legisladores legislan y expresan de manera libre y constructiva diversas opiniones para enriquecer las iniciativas, se convierte por arte de magia en actitudes antidemocráticas y obstruccionistas? Yo creo que fortalecer al Poder Legislativo y lograr un mayor equilibrio entre los poderes en nuestro país, es una premisa democrática siempre, independientemente de cuáles sean las fuerzas promoventes.

Los priístas hemos impulsado la vigencia y el perfeccionamiento del federalismo. El régimen federal compete a nuestra tradición juarista, se corresponde con una visión avanzada de la distribución del poder territorial, tiene que ver con el respeto a las personas que habitan las diversas regiones, con evitar una tendencia centralista a la discriminación, que supone que la inteligencia sólo florece en las latitudes del centro. Las posiciones progresistas de todas las épocas, han estado a favor del federalismo y de impulsar a través del desarrollo regional el desarrollo generalizado de la nación. ¿Cómo pueden decir ahora que respaldar atribuciones y potestades de gobiernos municipales y gobiernos estatales sea un regreso al pasado? Es exactamente lo opuesto. La regresión centralista no sólo invoca al pasado, sino al antepasado. Y ya desde la Constitución de 1857, los mexicanos progresistas expresaron su veredicto. Pretender que el que existan gobernadores fuertes debilita al desarrollo democrático es una interpretación incorrecta y simplista. Lo que se requiere, verdaderamente, para propiciar el desarrollo del país es que haya gobernadores fuertes, congresos locales fuertes, municipios verdaderamente autosuficientes, mayor densidad ciudadana; la posición progresista contemporánea es la de darle vigor a la república federal pluralista; el regreso al pasado es suponer que sólo desde el poder central se detenta toda la verdad.

Los priístas nos pronunciamos por una nueva vía para el desarrollo de México, proponemos una revisión de la política económica, y el diseño de políticas públicas que recuperen la economía nacional. La economía de los hogares mexicanos, el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, el fortalecimiento de la economía real. Planteamos la superación del asistencialismo en las políticas sociales, y estamos convencidos de la imperiosa necesidad de profundizar en la reforma del Estado; entre otras muchas propuestas que contiene nuestra plataforma electoral.

Y hacia el interior del PRI, avanzamos en nuestra XX Asamblea refrendando los valores de democracia y justicia social, con una interpretación contemporánea, subrayando nuestra adscripción a la gran corriente socialdemócrata mundial; suscribimos los mecanismos democráticos y los de la generación de consensos para la selección de dirigentes y candidatos, ratificamos alianzas claves con las grandes organizaciones de nuestro Partido que encabezan movimientos sociales reivindicatorios, el de los obreros, de los campesinos, de las clases medias populares, respetando la afiliación individual y el derecho pleno que cada uno de los agremiados a las organizaciones afines tiene de ejercer su vocación política con absoluta libertad.

Alentamos la participación de jóvenes en las candidaturas y con la restitución de la Escuela Nacional de Cuadros nos aprestamos a formar nuevas generaciones de dirigentes, preparados para la competencia electoral en escenarios de alternancia, con convicción ideológica y dominio de los instrumentos modernos de la comunicación política.

Apoyamos con firmeza, convencidos, la participación de las mujeres, deseamos que tengan mayores posiciones, pero sobre todo queremos que hombres y mujeres del PRI estén genuinamente comprometidos con políticas de equidad de género que erradiquen de una vez y para siempre, cualquier vestigio de discriminación a la población femenina.

Desterramos el culto a la personalidad. Hemos trabajado para hacer evidente que lo importante es el Partido, son las ideas, son las plataformas electorales ¿qué más modernidad que poner por encima de los liderazgos carismáticos o mesiánicos la fortaleza institucional y la racionalidad de los proyectos, de políticas públicas viables, de compromisos con las grandes causas de las mayorías? ¿De convocar a la inteligencia, a la valoración, a la evaluación de las propuestas y no al odio, al rechazo irracional o a la descalificación?

Vale subrayarlo: el PRI del Siglo XXI está actuando conforme a los valores y arquetipos de la normalidad democrática, estamos preparados para competir, vamos a convencer al electorado con razones y propuestas, estamos prestos para participar en todo tipo de debates que enriquezcan la cultura democrática y transparenten las verdaderas posiciones de las organizaciones políticas y que no caricaturicen a los polemistas como superfluos o rijosos. Debates sí, mascaradas no.

Queremos prestigiar la vida pública del país. No nos vamos a dejar atrapar en la falsa polémica que, artificiosamente, pretende hacer creer que el triunfo del PRI en el presente es el retorno del pasado. El pasado del PRI tiene un lugar en la historia de México, en sus momentos de mayor luminosidad y en sus claroscuros. Los priístas estamos convencidos de que en el balance, es mucho más lo que el PRI le ha aportado al país. Así lo valoran también millones de mexicanos. Pero el pasado, ya pasó, citando a Güémez y citando a Winston Churchill “si nos enfrascamos en una pelea entre el pasado y el presente, lo que encontraremos es que hemos perdido el futuro”.

No caeré en el garlito de discutir públicamente sobre lo que fue el PRI. Evitamos decadencia y deterioro; revisamos con rigor crítico, excesos y desaciertos. Nos empeñamos en aprender, corregir y avanzar. Cuando predominan ambiciones y errores, el electorado nos da, inmediatamente, su veredicto.

El PRI del Siglo XXI corresponde a la comprensión de que existe una nueva era política en la historia de México y que las prácticas políticas pretéritas son irrepetibles, porque el contexto económico social es distinto, porque el sistema político mexicano cambió y porque el Siglo XXI tiene los problemas que corresponden a este tiempo de oscuridades: los problemas de la revolución cibernética y la globalización, los de las migraciones y los de la falta de oportunidades, los de la crisis social y el quiebre ético, los del consumismo y la inequidad, los de las megalópolis y el deterioro en la calidad de la vida, los de la zozobra y la magna crisis económica del modelo neoliberal.

Los desafíos de nuestro tiempo, los de las primeras décadas del milenio, los que tienen sumidos en la incertidumbre, el coraje o el desaliento a millones de mexicanos, ellos a los que el PRI sabrá respaldar y encauzar, convocando a la participación de todos, y alcanzando, con prácticas innovadoras y por el voto mayoritario la revaloración del ejercicio del poder.

Compañeras y compañeros de Partido:

En el 80 Aniversario, llegamos al mismo espacio arquitectónico en donde se reunieron nuestros ancestros ideológicos y políticos. Ahora, en marzo 4 del 2009, en honor a su memoria, podemos decirles:

Que no nos rendimos, y que no nos vamos a rendir.

Que podemos dar buenas cuentas de los últimos dos años, que en 2007 alcanzamos el 42% de la votación emitida, y en 2008 el 43%. Que han sido triunfos de todos, de la unidad del Partido. Que valoramos las alianzas realizadas, y estamos abiertos a profundizar afinidades.

Que un abrumador porcentaje de los estudios de opinión traen buenos augurios sobre nuestro destino político.

Pero que no nos confiamos. Que nos mantenemos alerta. Que sabemos que la sociedad es exigente y estamos atentos a su reclamo.

Que el país está en medio de una tormenta, y que, más que la parte que somos, por numerosa que ésta sea, nos importa el enorme navío que es la Patria. No permitiremos que zozobre. Al recuperar el timón, desplegaremos con intuición y experiencia el velamen y la guiaremos a buen puerto.

Que nuestro repunte encontrará, como siempre, en las otras trincheras, la diatriba falaz, la descalificación perenne, la miopía analítica, y todo tipo de complicidades, -por antinaturales que parezcan- para evitar que el proyecto histórico renovado, de los ideales de justicia social y democracia, alcance nuevamente la conducción del país.

Pero el pueblo mexicano es sagaz, observa y aquilata.

Sólo recuperando con hechos su confianza, mereceremos una nueva oportunidad. Nos la está otorgando. No la vamos a dilapidar.

Los mexicanos conocen que los del PRI sí saben gobernar.

Los mexicanos saben que los del PRI, se han renovado, corrigen sus desaciertos, tienen visión de futuro.

Los mexicanos saben que para el PRI, PRIMERO es México, y primero es la vigencia nacional.

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