lunes, 23 de marzo de 2009

Pinche Donaldo, ¿donde estas?

PINCHE DONALDO, ¿DONDE ESTAS?
(Fragmento)

Ernesto Zedillo no podía contener las lágrimas. Estaba triste, frustrado, enojado. Era sólo una semana después del asesinato de Colosio, y había estado sentado durante más de una hora bajo el calor de los reflectores detrás de un escritorio de utilería en los estudios de televisión Qualli, tratando en vano de grabar su primer anuncio de televisión en su nueva condición de candidato presidencial del PRI.

Una y otra vez, había tenido que levantar la mano y pedir que la toma se repitiera. Simplemente, no podía decir su texto como quería. Sus ojos no transmitían la seguridad en sí mismo que debía transmitir un futuro jefe de Estado. Las palabras que había memorizado, una promesa de combatir la delincuencia callejera y cambiar el corrupto sistema judicial mexicano, le brotaban de la boca sin convicción. No podía permitirse aparecer en cámara como un mal orador, y alimentar así las críticas de sus adversarios en el sentido de que era un candidato sustituto de última opción, un tecnócrata sin talento político.

Su primera sesión fotográfica como candidato unos días antes había sido un desastre. La fotógrafa había intentado hacerlo sonreír con chistes y bromas ocurrentes, pero había sido en vano. Acongojado por la muerte de Colosio y abrumado por sus nuevas responsabilidades como el candidato con más posibilidades de llegar a la Presidencia, Zedillo no lograba arrancar una sonrisa franca. La fotografía oficial de campaña que había surgido de la sesión de fotos, lo mejor que la fotógrafa pudo lograr, había sido horrorosa. La sonrisa del candidato parecía una mueca forzada y artificial, como la de un hombre circunspecto que trataba de mostrar sus dientes caninos. A poco de aparecer la foto, los caricaturistas de la Ciudad de México se habían dado un festín retratándolo como Drácula. Era una imagen espantosa, y ya estaba en los muros de toda la ciudad.

Ahora, en los estudios de televisión, Zedillo necesitaba urgentemente reparar el daño causado por esa foto con un spot televisivo convincente. Sus jefes de campaña habían preparado un guión con un discurso breve y directo, en el que el candidato presentaba su plan de lucha contra la delincuencia. La idea era presentar a Zedillo como un hombre de su propia plataforma, y disipar los rumores de que era un opaco candidato escogido a último momento que se limitaría a recitar el programa de campaña de Colosio. Pero Zedillo no lograba ofrecer una imagen serena ante las cámaras de televisión. Todavía no había podido digerir los recientes acontecimientos. Estaba en tal estado de confusión mental que no podía mirar convincentemente a las cámaras. Cuanto más lo intentaba, menos lo lograba. Frustrado, furioso contra sí mismo, se levantó y salió del estudio sin pronunciar una palabra. En una sala contigua, camino a la salida, abrazó a uno de los principales ayudantes de Colosio con lágrimas en los ojos. "Pinche Donaldo, ¿dónde estás?", testigos presenciales escucharon decir a Zedillo. "¿Dónde estás cuando más te necesitamos?".


Andrés Oppenheimer
México en la frontera del caos
Ediciones B

No hay comentarios:

Publicar un comentario