miércoles, 11 de marzo de 2009

¿Somos un Estado fallido?

De santos y herejías
Por Eloy Garza González / MARZO 11, 2009
¿SOMOS UN ESTADO FALLIDO?

En su edición de diciembre pasado la revista Forbes bautizó a México como un Estado fallido. El gobierno mexicano puso el grito en el cielo. Pocas semanas después el ex zar antidrogas de la administración Clinton Barry McCaffrey dictaminó en un memorando que nuestro fallido país “lucha a duras penas por sobrevivir al narcoterror y el saldo es de al menos cinco mil muertos durante el año pasado”.

Para rematar, en Enero el estudio Joint Operating Enviroment publicado por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos advirtió que los dos países fallidos al borde del colapso son Pakistán y sobre todo México. Ratificaron lo dicho Condoleezza Rice y el director de la CIA, Michael Hyden.

¿Somos de verdad un Estado fallido? Antes de responder a la pregunta habrá que dejar claro cuáles son las condiciones para calificar a un Estado como fallido. Estas son: que el Estado no controle virtualmente todo el territorio nacional, que no ejerza de manera exclusiva el uso de la fuerza, que no brinde seguridad a sus ciudadanos, protegiéndolo de amenazas tanto externas como internas.

Veamos un ejemplo histórico: la época cuando gobernó a México el mejor presidente que hemos tenido: Benito Juárez. Su administración no controlaba todo el territorio nacional, minado por caciques regionales que se le insubordinaban a cada rato, como nuestro adorado Santiago Vidaurri en Nuevo León.

Agobiado por asonadas y conatos de golpes de Estado, Juárez tampoco ejercía de manera exclusiva el uso de la fuerza. ¿Brindaba seguridad a sus ciudadanos? Tampoco: sufrimos invasiones extranjeras como la francesa entre 1862 y 1867 y los caminos estaban repletos de bandas de forajidos. Pero a pesar de todas estas condiciones, el de Juárez no puede ser considerado Estado fallido, por la simple razón de que, a trancas y barrancas, el entonces presidentes ganó en sus catorce años de gobierno todas las guerras, libró todas las amenazas y acabó por imponer el imperio de la Ley. Llegó incluso a morir en su cama de Palacio Nacional, el 18 de Julio de 1872, aunque no sé si en olor de santidad.

No creo que ahora el Estado esté logrando los mismos resultados. Grandes trechos del territorio nacional están controlados por los cárteles de la droga. El uso de la fuerza la comparte el Estado con el crimen organizado. Finalmente, los ciudadanos vivimos en un clima de inseguridad pública en el que empresarios, comerciantes y empresas enteras tiene que pagar cuota de protección al narco.

¿Estamos ganando todas las guerras? No. ¿Librando todas las amenazas? No. ¿Imponiendo el imperio de la Ley? Tampoco. Dejémonos de medias tasas: el nuestro es un Estado fallido y no se vislumbra ningún Juárez a la vista que lo componga.

eloygarza@lostubos.com
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